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En dolor crónico, un hombre sufre en el “infierno”

Detention Center

Pine Prairie, LA

Detention Status

In Custody

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Durante una tarde fresca en Cuba, la policía entró a la fuerza a la casa de Rodrigo y lo atacaron brutalmente con bastones - golpeándolo en el estómago, los hombros y la espalda. Cayó al suelo y rodaba del dolor. Escuchaba mientras la policía le advertía que lo iban a “desaparecer”. Después sólo miró como se escabullían entre la noche.

Su “crimen”, según la policía: se había rehusado a participar en las reuniones políticas del país, y aquellas palizas fueron su castigo.

Temiendo por su vida, Rodrigo, de cincuenta años, se escapó de Cuba y voló a México. Se presentó en el puerto de entrada cerca de Laredo, Texas. Primero fue llevado a un centro penitenciario en Mississippi, donde pasó su entrevista de temor creíble. El 22 de Noviembre del 2018, fue trasladado al Centro de Procesamiento del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en Pine Prairie.

Pero un mes después de su llegada a la prisión de inmigración, Rodrigo se encontró limitado a una silla de ruedas.

Rodrigo sufre de gota - una forma de artritis que causa ataques de dolor repentinos muy severos, inflamación, enrojecimiento y sensibilidad en las articulaciones. Por la negligencia médica que recibió de parte de ICE por su condición, su dolor crónico se intensificó al punto de perder completamente la sensibilidad en algunos de los dedos de sus pies. Apenas se puede mover.

A pesar de sus quejas, el personal de la prisión no ha puesto atención a su dolor.

Rodrigo solo se puede bañar con la ayuda de sus compañeros detenidos. Lo cargan a la regadera y le ayudan a tallarse. Le ha pedido a ICE un asiento para poder bañarse en privado, pero su solicitud no ha sido aprobada.

Los amigos que ha hecho en la prisión también lo ayudan a meterse a la cama. Empujan su silla de ruedas hasta la cafetería.

A pesar de sus súplicas, Rodrigo no recibe el alimento adecuado que requiere su condición, y ha perdido 40 libras durante su detención.

Aún más, en varias ocasiones los oficiales de ICE lo han dejado solo en su silla de ruedas en la clínica. Ahí se ve forzado a usar el baño sin asistencia alguna, lo que no solo le causa más dolor sino que también corre el riesgo de caerse.

Ahora Rodrigo está casi inmóvil. Sus piernas y pies irradian de inflamación, pero solo le han recetado dos píldoras al dia. Los doctores no le dicen qué contienen, ni lo que hacen. Lo mantienen en la oscuridad, restringido a su silla de ruedas y en dolor constante.

El 10 de enero del 2019, se le negó la libertad humanitaria. Eso dejó a su esposa, residente permanente legal de los EEUU, con una preocupación constante.

Rodrigo dijo que está atorado en el “infierno”. Por las noches la gente grita por sus pesadillas. A menudo está mareado y sufre por dolores de cabeza. Los días los pasa únicamente rezando y ocasionalmente viendo la televisión.

Está triste y deprimido. A menudo se encuentra llorando solo en su catre. Pero lo que más le molesta es haber seguido las reglas al pedir asilo. En vez de permitirle seguir el proceso de asilo, fue encarcelado. No solamente se encuentra con dolor, también le preocupa su futuro mientras permanece encarcelado.

“Aquí no tengo derechos,” dijo. “Yo vine aquí de manera legal. Yo no le hice daño a nadie. Cruce la frontera legalmente. Fui detenido. No me han dado libertad condicional ni asilo, a pesar de que tuve que huir de mi país. Si me deportan, me van a matar.”

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